El sábado pasado, uno de los equipos emblemáticos del balompié nacional, cambió de aires, sí lo leé usted bien, dejó de ser inquilino del coloso de Insurgentes, del legendario estadio Ciudad de los Deportes, recinto que albergó al Cruz Azul por más de dos décadas y que durante ese tiempo jamás vio alzar un título en esas históricas instalaciones.

Se terminó una etapa más para los también llamados Cementeros, ahora ante la falta de un hogar, han decidido volver al lugar donde se vieron sus mayores logros, donde desfilaron figuras de la talla de Miguel Marín, Kaliman Guzmán, Fernando Bustos, Lugo, Torrado, Manzo, Miguel Ángel Cornejo, Hermosillo, Carlos Jara Saguier, el Wendy Mendizabal entre otros. Qué toca ahora para Cruz Azul; pareciera que esa pregunta está ya siempre frente a directivos y entrenadores, tras 20 años sin alzar el máximo título del circuito mexicano de futbol, Cruz Azul probablemente le apueste al pasado, a pensar que en su momento, ahí, en el Azteca, la hicieron y que ahora se volverá a repetir la historia, si fuese así el pensamiento, creo que se equivocan, los de ayer dejaron huella en la cancha, eran unos guerreros que sentían los colores, que interpretaban la importancia de la institución, hoy, en lo general, y no hablare en estas líneas solo del azul, hoy todos cuidan las piernas, hoy todos cuidan su estética, hoy nadie quiere dejar de cobrar lo que cobran, ayer, no importaba, ayer metían fuerte la pierna, la competencia era lo primero, ganar y defender era prioridad, el dinero no valía, no aún, hoy por encima del deporte y la competencia, está lo económico, el rendimiento es lo de menos, así para todo el futbol mexicano.

Pero regresando a Cruz Azul y su salida del Estadio Ciudad de los Deportes, como es conocido o era conocido, es incomprensible que un equipo como lo es la Máquina Celeste, no tenga un estadio propio, con tanto dinero en la cartera, no vieran a futuro y hoy en pleno siglo XXI no gocen de un inmueble particular, mucho tendrá que ver la dirección administrativa y deportiva de los celestes, ya que no previeron tener una sede que albergara la categoría de un equipo de tanta, tanta, tradición como La Cruz Azul.

Qué tanta cosa tendrá que padecer más este equipo, que tantas fracturas tendrá que resanar, que tantos altibajos tendrá que soportar, la afición al día de hoy le es fiel, le acompaño en su despedida, por cierto, con un triunfo, tal y como abrió el marcador el brasileño Luis Carlos de Oliveira al anotar el primer gol en el azul cuando inauguraban su plaza.  El sábado era especial, las camisas azules se veían por todos los alrededores de la colonia Nápoles, familias enteras se dirigían a decirle adiós a su estadio, prestado, pero era su casa, ahí nadie más jugaba, jóvenes se tomaban las selfies con el fondo de la marquesina que anunciaba contra quien se jugaba y a qué hora, los puestos levantaban sus tubos por última vez, los restaurantes carecerán del cliente seguro cada quince días, toda un historia queda ahí, en ese perímetro en el que siempre se acompañaron, la Gran Plaza de Toros, y el Estadio Azul, que sin ser suyo, lo hizo suyo por más de dos décadas, hoy ese estadio vuelve a quedar frio solo esperando su derrumbe para edificar, qué sé yo, hoy lo cierto es que el Cruz Azul sentará a su afición en butacas con el emblema de su rival de competencia, el América, pregunto yo a los dueños de la Cementera, ¿es justo que sus seguidores paguen ese costo?

Amable lector, usted tiene la respuesta.